Como desgraciadamente ocurrió en muchos pueblos, los sucesos de 1936
tuvieron un lamentable componente iconoclasta que acabó con lo mejor del
patrimonio artístico del pueblo, que aunque reducido era de especial interés.
Una de las cosas perdidas aquel 3 de agosto de dolorosa memoria, fue la
bellísima imagen de San José que recibía culto en la parroquia de San Juan
Bautista. Era la de San José una devoción minoritaria, pero arraigada. En mi
paciente revisión de protocolos notariales apenas si he localizado villariegos
que a la hora de hacer testamento tengan un recuerdo para San José. Tampoco
aparecen referencias a mandas o legados hechos a su devoción. Pero por las
referencias recogidas sabemos que ya a fines del siglo XVIII contaba con
cofradía. De entonces debía datar la imagen que era de talla completa,
estofada y policromada, dispuesta sobre una elegante peana y que por su
disposición y el plegado de las ropas está en la órbita del taller del escultor
jaenés José de Medina. La cofradía experimentó notable impulso en el siglo XIX
en que se inició la costumbre de procesionar la imagen tras la fiesta, a cuyo
efecto se la dotó de un templete neogótico de madera dorada. Para una de las
procesiones un villariego que hizo el servicio militar en Madrid (D. Antonio
Mena Ruíz), en la Banda del 2o Regimiento de Zapadores-Minadores, consiguió
traer a tan renombrada formación musical, que llegó al pueblo dirigida por el
músico mayor D. Pascual Marquina Narro, quien correspondió a las atenciones
recibidas componiendo un pasodoble titulado “Los Villares”. En 1914 cuando el
cordobés D. Enrique Romero de Torres visitó Los Villares para catalogar sus
piezas de interés histórico-artístico, fijó su atención en la imagen de San José
que le pareció la pieza más notable de la iglesia parroquial. Y con sumo acierto
sacó esta fotografía. Gracias a su previsora actuación hoy podemos rescatar la
visión de tan querida imagen de las nieblas del olvido.
Nº15
Curso 99/00
tercer trimestre
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares
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