A través de estas líneas vamos a hacer una aproximación a la figura de un
personaje vinculado a la historia de nuestro pueblo: Juan de Reolíd. Aunque de
él sabemos que fue el encargado de hacer el trazado de hacer el trazado del
primitivo núcleo de urbano de Los Villares, también es verdad que se trata de
uno de los hombres con mayor peso en la delirante actividad artística por la
que se caracterizó la provincia de Jaén durante el siglo XVI. Esa época, llamada
del Renacimiento -precisamente cuando se fundan en la Sierra Sur una serie de
poblaciones entre las que se encuentra la nuestra-, fue una etapa de esplendor
en el mundo del arte europeo, que tuvo también su reflejo en el llamado reino
de Jaén, convertido desde entonces en uno de los principales focos del arte
renacentista español. Así pues, dentro de este entorno cultural, nace Juan de
Reolíd en la capital de la provincia hacia 1506, en el seno de una familia de
cierto acomodo económico, que le permitió dedicarse ya desde muy joven al
aprendizaje del oficio de escultor entallador. El oficio de entallador, con el que
se viene citando a Reolíd, es el mismo de imaginero o escultor, es decir, el de
una persona especializada en realizar imágenes en madera, piedra u otro tipo
de materiales, así como de labrar elementos decorativos que después se
aplicarán como ornamento a las obras arquitectónicas en forma de relieves,
etc. Según los datos aportados por el profesor Domínguez Cubero en “De la tradición al clasicismo pretridentino en la escultura giennense”, Juan de Reolíd
debió tener una etapa de formación a la que se adjuntan diferentes estancias
en Sevilla y Granada, focos culturales y artísticos de verdadera importancia en
la Andalucía del siglo XVI. Hacia 1530 vuelve a Jaén para establecerse
definitivamente como maestro entallador, abriendo un taller que llegó a ser el
más importante de su época en esta zona. A lo largo de su trayectoria
profesional realizó tanto obras en piedra como en madera, sobre todo para los
diferentes templos parroquiales de la provincia que, terminados de construir
por esa época, pasaban por el proceso de su decoración a base de retablos y
otro tipo de obras artísticas. Por tanto, es gozando de pleno éxito como artista,
cuando es citado como vecino y morador para el lugar de Los Villares y Cerro
del Viento, según un documento de 21 de mayo de 1539, con la condición
impuesta de residir en dicho lugar como propietario. De esta forma, y siendo
una persona letrada y culta, con conocimientos no sólo de escultura sino
también de dibujo, física, ingeniería, arquitectura, etc., es requerido
como
tracista del primer plano conocido de Los Villares, así como testigo de
distintos actos en la fundación como la toma de posesión por parte de los
propietarios de diferentes solares. Por último, debemos escribir que no duró
mucho su relación con nuestro pueblo, pues nunca llegó a residir en él, por lo
que en 1543 se vio obligado a vender las propiedades que se le habían
adjudicado. Domínguez Cubero nos habla de su muerte en 1571 “en extrañas
circunstancias, asesinado porel ventero de Barranco Hondo, Antonio
Hernández, con la colaboración de Pedro Hernández de Portales”.
Nº15
Curso 99/00
tercer trimestre
Mª Rosario Anguita Herrador
Profesora titular de Hª del Arte de la Universidad de Jaén
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