Complementando el tema al que nos referimos en número anterior, queremos
ofrecer hoy una sucinta visión de la que fue casa-palacio del Vizcondado de Los
Villares, hermoso edificio, que aunque cerrado y en total abandono, aún
permanece en pie en la popular Carrera de Jesús, en la capital. Fue ésta la casa
principal de D. Carlos Antonio de Villegas, Administrador de Rentas Reales y
persona muy influyente en la sociedad local. De él pasó a su hijo D. Francisco
de Ceballos y Villegas Sainz y Solórzano (1655-1709). D. Francisco de Ceballos
fue uno de los personajes más notorios del Jaén que vivió la transición de
Asturias a Borbones. Caballero de la Orden de Santiago, Procurador en Cortes
por Jaén, Caballero Veinticuatro y hombre muy señalado entre la pequeña
nobleza capitalina, formó parte de muchas corporaciones, entre ellas de la
Congregación del Santo Sepulcro -de la que fue diputado y de la Santa Capilla
de San Andrés, en la que ingresó en febrero de 1670. Tomó partido decidido
por los Borbones y en 1701 fue uno de los que juró como rey a D. Felipe V. Ello
le valió que por Real Decreto de 15 de septiembre de 1707, confirmado en 2 de
mayo de 1708, se le concediera el Vizcondado de Los Villares, pues en el
pueblo tenía algunas propiedades. Por Real Célula de 14 de noviembre de
1707, se le autorizó a efectuar el deslinde del término de la villa y a partir de
entonces ostentó el señorío honorífico del pueblo, con la única regalía efectiva
de aprobar anualmente la designación de los cargos públicos que formarían el
Concejo y el Ayuntamiento. Casó en primeras nupcias con Da Águeda de
Cuadros y tras enviudar, volvió a casar con su prima Da Ana María López de
Villalobos y Colmenero. Formó un saneado patrimonio, abundante en fincas
rústicas y urbanas, del que era cabeza esta casa señorial, que curiosamente
los Vizcondes de Los Villares no utilizaron apenas, pues siempre prefirieron su
otra casa-palacio sita en la Calle Hurtado. Este histórico inmueble, sito en la
que durante muchos años se denominó Calle del Juego de Pelota -hoy Carrera
de Jesús- lindaba con el monasterio de las religiosas Carmelitas Descalzas y la
casa solar de los Fernández de Moya. Tenía 21 m de línea de fachada y un
fondo de 28,60 m, con una superficio total de 606,60 m cuadrados. El Catastro
del Marqués de la Ensenada -1752- nos lo describe así: “...Casa principal
situada en la Calle del Juego de Pelota, parroquia de Santa María. Su habitación
se compone de vivienda alta y baja, portal, bodega con sus vasos, patio con
fuente del Raudal de Santa María, caballeriza y corral”. Tiene de frente
veinticinco varas y lo mismo de fondo y gana de alquiler anual 1350 reales.Confronta por arriba con el convento de religiosas Descalzas de esta ciudad y
por bajo con casa de D. Fausto de Moya. Está gravada con una memoria de una
misa cantada que se dice el día de Santo Tomás Apóstol. Su limosna anual,
cuatro reales de vellón. Se paga al semanero que dice la misa de prima dicho
día en la S.I. Catedral de esta ciudad...” Además, para alojar al personal de
servicio disponía de otra vivienda en la acera de enfrente, junto al Portillo de
San Sebastián. La casa tenía cierto empaque, como correspondía a la
representación social del Vizcondado. Aún presenta su elegante portada de
pilastras alnohadilladas, sobre cuyo dintel se abre el majestuoso balcón
acristalado flanqueado por dos bellísimos escudos heráldicos de la familia. Tras
un amplio zaguán, por donde tenía entrada independiente el oratorio familiar,
se accedía al patio, de planta un tanto irregular, orillado de galería porticada
por columnas que sostenían arcos escarzanos. En el centro, una linda fuente
dotada de abundante agua procedente del cercano Raudal de Santa María. Del
ángulo derecho de esta galería arrancaba la escalera señorial que conducía a
las plantas superiores. En la primera, dispuestas en torno a un corredor
acristalado abierto sobre el patio, se contaban tres salas, dos cocinas y hasta
siete alcobas. De ahí se accedía a dos cámaras de servicio y un terrado. Por
una escalera dispuesta en el patio se bajaba a cuatro sótanos, junto a los que
estaban las carboneras, bodegas y dos corrales. Los Vizcondes habitualmente
tenían esta casa en arriendo. Cuando el Vizcondado pasó en 1827 a manos de
D. José María Careaga Ceballos y Villegas (1805-1853), como este señor acabó
residiendo en Granada, el inmueble se vendió a D. Mariano de Prado y Marín,
Marqués de Acapulco. Desde entonces tuvo por inquilinos a varias instituciones
oficiales (Telégrafos, Zona de Reclutamiento, Gobierno Militar, etc.) y a
relevantes personalidades de la vida local, entre ellas el médico y filántropo D.
Bernabé Soriano. Después, luego de muchos destinos y servidumbres, el
edificio quedó en el más completo abandono, si bien conserva intacta la
nobleza de su traza original. Una inteligente rehabilitación podría incorporar
este histórico inmueble al patrimonio monumental de Jaén, recordando que allí
tuvo principio y origen el olvidado Vizconde de Los Villares.
Nº21
Curso 02/03
primer trimestre
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares