Durante muchísimos años la vida cotidiana de las gentes, su diario alimento y
aun la propia economía familiar giraron en torno a un producto básico: el pan.
De ahí que nuestros pueblos fuersen eminentemente cerealistas y que los
molinos y la tahonas se consideraran elementos imprescindibles en el tejido
socio-económico de cualquier agrupación humana. Por eso, cuando la Reina Ma
Juana dicta su conocida provisión para fundar villas en la Sierra de Jaén el año
de 1508, se repite una y otra vez la bondad de los lugares escogidos para
establecer molinos harineros. Y en consecuencia, en las diligencias de
fundación del pueblo consta que el 28 de junio de 1539 el alguacil Melchor de
Cañete, en presencia como testigos de Alonso de Rosales y el entallador Juan
de Reolid, autor de la traza y planta de Los Villares, tomando de la mano al
mayordomo del nuevo ayuntamiento, Alonso Martínez Zamarrón, “...le dio la
posesión de los sitios para los molinos del Concejo, los que están junto con eldicho lugar por do viene una acequia de agua que dicen El Correadero, que
bien de Río Frío...” Aquel molino harinero, que se concedía al Concejo como uno
de sus vienes de Propios, había de ser único en la villa, para que al atender la
molienda en plan de monopolio, sus rentas fuesen sustanciosas. Todos los años
el Ayuntamiento sacaba a subasta el molino y lo arrendaba, previa escritura
notarial e inventario de sus pertenencias, al mejor postor. Así se estuvo
durante muchos años. En el catastro del Marqués de Ensenada, cuyas
diligencias se realizaron en 12 de mayo de 1751, se pone de manifiesto, que en
Los Villares no hay ningún tipo de industria, salvo tres molinos aceiteros y
“...solamente un molino harinero que produce por arrendamiento ciento treinta
fanegas de trigo en cada año...”, reiterando al consignar los bienes de Propios
la existencia de “...un molino harinero que produce ciento treinta fanegas de
trigo computado a prudente regulación un año con otro respecto de que
sacándolo todo a la almoneda no puede dársele valor fijo de otra forma...” Este
famoso molino, es el conocido como “Molino del Rey” y hasta las primeras
décadas del siglo XIX fue el único que actuó de forma regular y legal. El
Ayuntamiento proveía con celo a su reparación, renovando sobre todo las
piedras y rodeznos. Algunas veces la piedra o la madera se buscaban sin
licencia para ahorrar gastos, lo que originó algún que otro pleito al
Ayuntamiento. La lectura de las escrituras de arrendamiento nos proporciona
curiosas noticias sobre la actividad laboral y los útiles y enseres del molino.
Aparte de este molino privilegiado, en el término de Los Villares hubo algunos
otros que funcionaron esporádicamente y a veces, incluso de forma
clandestina. Al desaparecer los privilegios con la puesta en práctica de las
normas constitucionales de 1812, el funcionamiento y la construcción de
molinos harineros, se liberalizó. Entonces empiezan a funcionar varios en
nuestro pueblo, cuya actividad se dilataría bastante en el tiempo. Las medidas
dictadas por la Fiscalía de Tasas y el Servicio Nacional del Trigo para controlar
la maquina y sobre todo el decreto de 30 de junio de 1941 por el que se
cerraban y precintaban multitud de pequeños molinos y los temores suscitados
por los molineros por las correrías del “maquis”, motivaron la paralización de
esta industria artesanal y tradicional. Luego, cuando un nuevo Decreto de 14
de junio de 1952 permitió su vuelta a la actividad, su tecnología estaba tan
obsoleta y el comercio de harinas tan estabilizado, que los molinos acabaron
sumidos en abandono e incluso en la ruina. Este tipo de molinos, muy lentos en
su funcionamiento y con escasa capacidad de producción, tenían una
infraestructura mínima y una elemental tecnología. Se emplazaban en un lugar
rico en agua, preferentemente a orillas del río. Un caz o acequia de labrada
sillería conducía las aguas hasta un “cubo” o torreón sólido cuyo interior, de
sección circular, iba reduciendo su diámetro para así conseguir aumentar la
presión del agua que lo llenaba. En el fondo del “cubo” había un orificio que
conectaba con el “saetillo”, conducto que formaba y dirigía un potente chorro
de agua hacia el rodezno. Era este un artilugio con forma de rueda, de un
metro de diámetro, en cuyo extremo inferior iban paletas o cazoletas. El
rodezno se disponía horizontalmente sobre un eje en cuyo extremo superior iba
montada la piedra del molino. El impacto del chorro de agua sobre las paletas,
hacía girar el rodezno y con él la piedra. El rodezno iba montado en el interior
de una bóveda llamada cárcavo, sobre la que se edificaba la sala del molino. El
agua, una vez que caía sobre el rodezno corría libremente sobre el cárcavo que
iba a desaguar al río cercano. Junto a la sala de molienda, solía haber otras
dependencias auxiliares. La construcción del molino era sólida y bien trabada,
con predominio de la sillería y el ladrillo macizo. El pasado verano, en un rápidotrabajo de campo en que los auxilió y guió nuestro buen amigo D. Victoriano
Muñoz, tuve oportunidad de establecer un breve catálogo de los viejos molinos
harineros de Los Villares, tomando algunos datos y notas gráficas para iniciar
su estudio. Estre estos molinos debemos reseñar, singularmente, los
siguientes: “Molino del Rey”. El más antiguo de la villa. Hoy reconvertido en
casa de recreo y merecedor de un estudio en profundidad. En el tramo algo del
Río Frío, advertimos la existencia de varios molinos que responden a las
nominaciones populares de “Molino de los Tontos” y “Molino de la Bruja”. Al
confrontar su presencia en mapas antiguos, localizamos los nombres de
“Molino de Lorenza Martínez”, “Molino de Brujas” y “Molino del Herrero”. En
general estos molinos, según pudimos observar, se encuentran en relativo
buen estado. Alguno ha sido objeto de la atención artística de destacados
pintores. * Próximo a “Las Cimbras”, se localiza el antiguo “Molino del
Romano”, también conocido en documentos y mapas antiguos como “Molino
del Remanso” y “Molino del Diablo”. De todos y pese a encontrarse en
completa ruina, es el más sugerente y el que más interrogantes suscita. Citado
por Pascual Madoz en su famoso “Diccionario” (1842) lo hemos documentado
como propiedad de Pedro del Alcalde Anguita, quien lo vendió en 1846. Pese a
su lamentable ruina y abandono, tanto el cubo como los cárcavos permanecen
en pie. Creemos que una labor de limpieza, tanto de escombros como de la
vegetación que amenaza con fracturar sus sillares, podría dar mucha luz sobre
su tipología y antigüedad. Quizá incluso algún dato arqueológico. Merecería ser
objeto de algún tipo de actuación (campo juvenil de trabajo, actividad
extraescolar, etc.) que posibilitara su estudio y su recuperación como elemento
de interés etnológico. Desde estas páginas y con tan breve apunte, queremos
llamar la atención sobre estos vestigios de nuestro de nuestro pasado y animar
al Ayuntamiento a promover algún tipo de actuación que recupere y ponga en
valor los molinos harineros de Los Villares, en la seguridad de que con ellos
rescataríamos un bien de interés histórico, cultural y etnológico que ampliaría
el reducido catálogo monumental y ambiental del pueblo.
Nº17
Curso 00/01
segundo trimestre
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares
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