Para conocer la identidad de un pueblo hemos de investigar sus raíces,
refiriéndonos con esto a buscar los hechos que han marcado y forman su
historia. Animándoos a los escolares a que busquéis y recojáis las cosas
curiosas que conocen y cuentan nuestros mayores, os voy a resumir algunos
datos significativos y curiosos que hace unos años publiqué en el libro “Los
Villares canta a su Patrona” sobre la tradición oral y escrita existente a cerca de
nuestras Fiestas del Rosario. Para conocer el origen de estas fiestas, hemos de
remontarnos a la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), en la que la
escuadra cristiana, al mando de D. Juan de Austria, derrotó a la flota turca. En
el mundo cristiano esta victoria se atribuyó a la intercesión de la Virgen
invocada por las cofradías del Rosario con oraciones y procesiones. Por eso el
Papa S. Pío V instituyó al año siguiente la fiesta de la Virgen de la Victoria. Un
año después, el Papa lo fechó el primer domingo de octubre. Por último en
tiempo de S. Pío X, fijó su celebración el día 7 de dicho mes. Nuestro pueblo
nacido como entidad a principios del siglo XVI, inserto en las corrientes sociales
y religiosas de la época, toma como Patrona a la Virgen del Rosario y en un
interesante manuscrito conservado hasta nuestros días encontramos que
desde “tiempo inmemorial” existía “una singular, cordial y afectuosa devoción
a esta Virgen”, que dio lugar a que el 3 de abril de 1781 un grupo de vecinos
presentaran y les fueran aprobados por el Obispo de Jaén D. Agustín Rubín de
Zeballos los “Estatutos de la Congregación de soldados marianos del S.S.
Rosario de la villa de Los Villares”. En estos estatutos vemos que para entrar en
la compañía debías ser “persona de buenas costumbres, fama y opinión”, y
descubrimos que el número original de congregados era sólo de 15, en
“reverencia” a los quince misterios del rosario, habiendo otros quince
supernumerarios o pretendientes que ocuparían las vacantes que se fueran
sucediendo. Posiblemente los quince primeros coincidieran con los conocidos
alabarderos y los segundos con los escopeteros. Los cargos existentes eran:
Capitán, Teniente, Alférez, Fiscal, Munidor, Cobrador de cabos de año, multas y
limosnas, Enfermero y Secretario. Se conoce la redacción minuciosa del
formulario de entrada y de las obligaciones y bienes espirituales y temporales
de que gozarían los congregados, todo esto con bastante precisión y exigencia,
cosa llamativa para nuestra sociedad actual, permisiva por excelencia. El
manuscrito conserva asímismo actas de cabildos y resúmenes de cuentas que
llaman nuestra atención, tales como las cuentas de 1905 donde los ingresos dela Cofradía ascendieron a 519 ptas y 25 ctm y los gastos a 503 ptas y 85 ctm,
quedando en “existencias” 15 ptas y 85 ctm; o el acta de 1904 en la que se
habla de la Torata de la Candelaria, que pesó 47 libras y costó la suma de 55
pesetas y 80 céntimos. Tras estos datos sacados de textos escritos, la tradición
oral recoge curiosidades tales como la costumbre que llega hasta 1976 de salir
pidiendo por las calles del pueblo y por los cortijos con un borriquillo,
recibiendo donativos de los vecinos, que eran generalmente de trigo,
realizando las gentes promesas de darl el peso de una persona en grano por
haber recibido una curación o gracia especial de la Virgen. Tambien hasta no
hace muchos años después de los bautizos, las madres presentaban al niño a
la Patrona, cantaban una Salve y dejaban encendida una vela. Luego cuando
los hijos se iban al servicio militar, las madres ponían en su cartera un trocito
de manto de la Virgen, procedente de recortes o arreglos, con el deseo de que
recibieran su protección. Otra tradición muy curiosa que desaparece hacia los
años treinta, es que los turroneros, desde sus casetas, al paso de la procesión,
echaban al aire puñados de almendras, bolicas y caramelos. Conocemos por
boca de nuestros mayores que la imagen de la Patrona fue destruida en la
Guerra Civil (1936) y sustituida posteriormente por la actual, obra del escultor
de Santisteban del Puerto, Jacinto Higueras; conservando de la antigua, el Niño,
la Corona, el Rostrillo y la Media Luna. Recientemente la Imagen ha sido
restaurada en Sevilla por D. Salvador Madroñal, renovándosele gran parte del
ajuar. Volviendo a la tradición oral, sabemos que gran parte de las canciones
que identifican el “Día del Rosario” fueron compuestas a principios de siglo por
nuestros paisanos, Da Ángela Molina Luque, que escribía las letras y D. Juan de
Mata Espejo que componía la música, autores ambos de las Letrillas y el
Ramillete. Estos son sólo algunos detalles de las tradiciones que reflejan la
expresión popular de valores religiosos y las relaciones sociales que han ido
cultivando y transmitiendo los que nos precedieron en el tiempo; y que han ido
formando el tono moral, cultural, afectivo y social que marcan e identifican a
nuestras familias y a nuestro pueblo.
Nº9
Curso 97/98
Inmaculada Alcalde García
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