En el trabajo de todo estudioso e investigador de la Historia, la Cultura y el Arte
jiennenses, se hace muy a menudo obligada referencia a una publicación, de
difusión provincial sobre todo, que con el tiempo se ha convertido en un clásido
de las bibliotecas y hemerotecas de la provincia. Se trata de la revista Don
Lope de Sosa, cuyo primer número vio la luz el año 1913, y que prolongó su
trayectoria hasta finalizar en 1930 a causa del fallecimiento de su director, el
cronista oficial de la provincia, Alfredo Cazabán Laguna. Hemos de señalar que
hay un intento de continuidad más adelante, cuando en 1944 nace otra revista
de parecidas características llamada Paisaje, que se mantuvo hasta 1966.
Tanto una publicación como otra son fuentes de primera mano en lo referente adatos históricos, artísticos y culturales de nuestra provincia, que los
investigadores empeñados en rescatar del olvido la historia jiennense, deben
conocer y manejar. Es mi deseo aprovechar las páginas que me ofrece el
informativo escolar La Fuente para divulgar entre sus jóvenes lectores las
noticias que sobre nuestro querido pueblo se encuentran en Don Lope de Sosa.
También es verdad que esto hay una intención un tanto subjetiva como es el
procurar que nuestros estudiantes comiencen a curiosear en torno a nuestra
historia y cultura; si a través de estas líneas se consigue que alguno se interese
por ello, daremos por bien empleadas nuestras palabras. La mayor parte de las
noticias aportadas en la revista a cerca de Los Villares nos las ha proporcionado
el villariego, maestro de primera enseñanza, convertido por aquel entonces en
periodista, Eduardo Campos. Este erudito personaje acomete la labor de
explicarnos, entre los años 1919 y 1927, la historia antigua de Los Villares,
realizada desde un punto de vista muy subjetivo, acorde con el momento en
que se escribe, y también, por qué no decirlo, de una forma encantadora,
aunque hoy día algo obsoleta. De esta manera, a través de sus artículos en
diferentes números de la revista, intenta aclararnos, en un alarde de erudición
y conocimiento de los términos científicos y técnicos de la época, el primitivo
poblamiento de Los Villares, sus pueblos aborígenes, su cultura prehistórica y,
sobre todo, el asentamiento “íbero-romano” -como él dice- de Isturgi, sobre el
que escribe en diferentes ocasiones. A propósito de Isturgi, desde un punto de
vista más adecuado a la metodología actual, y para evitar caer en errores que
nos pudieran confundir, deberíamos aclarar que en la antigüedad Isturgi era un
Oppidum (núcleo de población) íbero, fundado posiblemente hacia el siglo V
a.C., que se ubicaba en la zona ribereña del Guadalquivir, cerca de lo que
actualmente es Andújar. Me atrevo a pensar que pudiera ser ese mismo
oppidium cercano a Andújar el que, erróneamente, nuestro paisano, quizá en
un intento de dar una cierta legitimación histórica a nuestro pueblo, destaca
entre los varios asentamientos “ibero-romanos” que él supone existentes en la
zona villariega, produciendo así una pequeña confusión entre sus lectores. De
esta forma, por aquellos años 20 del presente siglo cuando él escribe, lo sitúa
en los aledaños de Los Villares, mencionando un poblado rodeado de una
muralla, en el que se fabricaban objetos de alfarería y donde había un templo y
unas termas, éstas últimas en el lugar conocido como el Ojo del Moral. Dicha
población, siempre según este historiador local, fue destruida por los vándalos
hacia el año 416 d.C., cuando, huyendo de los godos, arrasaron todo lo
encontrado a su paso. No obstante, es verdad que a lo largo de los primeros
años de nuestro siglo fueron apareciendo en diferentes parajes del campo
villariego -como Las Majadillas, Las Viñuelas, etc- una serie de restos
arqueológicos pertenecientes a diferentes etapas de la prehistoria y de la
historia, como útiles de piedra, cerámica, vestidos, armas, incluso monedas de
oro y plata y restos humanos de enterramientos, que justificaban
perfectamente las teorías de Eduardo Campos sobre los primeros
asentamientos humanos en nuestro pueblo. Lamentablemente, hoy día no
queda ningún material arqueológico que pueda ser estudiado con un método
actual mucho más válido. Por esto, los escritos aparecidos en Don Lope de
Sosa, aún sin mucho fundamento científico, nos permiten conocer, aunque sea
de forma indirecta, los datos sobre la historia villariega. Así, a partir de ahí,
podremos ir recomponiendo nuestro verdadero pasado y nuestros orígenes.
Nº8
Curso 97/98
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