La reciente inauguración de las obras de rehabilitación del edificio del
Ayuntamiento de Los Villares, con las que se ha conseguido recuperar y
adecuar a su función social este histórico inmueble, nos impulsan a dar unos
breves apuntes sobre su historia y significación. Cuando en 1539 se procedió
al reparto de los solares y traza de la planta del pueblo, se dispuso que se
alzaran las correspondientes Casas Capitulares donde el Concejo tuviera sede y
oficinas y celebrase sus juntas y reuniones. A tal fin, el día 28 de junio se dio
posesión al mayordomo del Concejo de dos solares que el entallador Juan de
Reolí había señalado en la que había de ser la plaza principal del pueblo, para
que sobre ellos se levantasen las Casas Capitulares del Concejo. La diligencia
de posesión, con el rancio sabor del castellano de la época, decía así:
“... En el dicho lugar de Los Villares, el dicho día, mes y año susodicho, el dicho
Melchor de Cañete, alguacil, por virtud del dicho mandamiento tomó por la
mano al dicho Alonso Martínez Zamarrón, mayordomo del dicho Concejo y lo
metió dentro en dos solares para casas del Concejo del dicho lugar, que fueron
señalados por Juan de Reolí entallador, de los contenidos en la traza de dicho
lugar, que son en la Plaza junto con la Iglesia, que alindan con solar de Juan
Palomino y con as dos calles, e dijo que les daba e dio la posesión de los dichos
dos solares, conforme a los Autos de suso contenidos y le requirió tres veces si
se tenía por contento entregado de la dicha posesión; el dicho Alonso Martínez
Zamarrón respondió e dijo que sí y en señal de posesión anduvo por dichos
solares, e mudó ciertas piedras de una parte a otra, e lo pidió por testimonio y
el dicho alguacil dijo que era presto de lo defender en ella, siendo testigos Juan
de Reolí e Alvaro Dueñas, vecinos de Jaén...” Se alzaron pues allí las Casas
Capitulares, que fueron de modesta construcción y de la que nos han llegado
mínimas noticias. Su construcción debió ser muy deficiente pues ya estaban
arruinadas a comienzos del siglo XVIII por lo que hubo necesidad de tomar en
arrendamiento una sala para poder celebrar las reuniones del Ayuntamiento.
En esta penosa situación se estuvo hasta que en 14 de marzo de 1769 el
Concejo determinó solicitar del Real Consejo de Castilla licencia para edificar
unas Casas Capitulares sobre el solar de las arruinadas, financiando las obras
con el sobrante anual de las Rentas de Propios. Para tramitar la licencia se dio
poder al procurador Pedro Ramírez, vecino de Madrid. El Ayuntamiento lo
componían en aquel momento Francisco de Gámez y Francisco García de Mena,
alcaldes; Juan Arroyo y Manuel de Molina, regidores; Agustín Fernández y Juan
Civantos, diputados y Francisco Garrido, síndico personero. El proyecto de las
obras era ambicioso y se calculaba en 86000 reales de costo. El edificio,
además de disponer de los locales oportunos para las reuniones del Concejo,
llevaría las dependencias precisas para cárcel, carnicería, puesto público para
la venta de vino, vinagre, aceite y jabón –productos cuyo comercio controlaba
el Municipio- un granero y un corral. La gestión fue muy laboriosa, pero al fin
del Real Consejo de Castilla expidió en Madrid, a 14 de junio de 1773, la
oportuna licencia por lo que el Concejo inició los trámites precisos para
redacción del proyecto y presupuesto. La obra se encargó a uno de los
arquitectos más notables de Jaén, D. Manuel López “...profesor de Arquitectura,
vecino de la ciudad de Jaén, persona de conocida habilidad y conducta para el
desempeño de obra de esta importancia...” Fue éste un excelente arquitecto
que trabajó mucho como maestro de las obras de la catedral, en su última fase
y para el Ayuntamiento de Jaén. A él se debieron obras tan señaladas en lacapital como el campanario de la Santa Capilla de San Andrés, los portales de
las Carnicerías de la Plaza de San Francisco, o el ya desaparecido Puente de la
Alcantarilla. Fue también un asiduo constructor de retablos, de los que dejó
muestra en la Catedral y en los conventos de Santa Úrsula y Na Sa de los
Ángeles. Era pues artífice de acreditada solvencia profesional. El 24 de abril de
1773, el arquitecto Manuel López presentaba el correspondiente proyecto de
obras, detallado en un pliego con once condiciones técnicas y tres planos,
cifrando el costo de la obra en 89000 reales de vellón. El edificio haría frente
“...a la parte superior y principal de la plaza de esta villa, en solares de casa
arruinadas, sobre cuyo fundamento se puede edificar dicha obra a la mayor
perfección, firmeza, hermosura y adorno del pueblo y con comodidad a todos
los destinos proyectados con conocida utilidad y beneficio del común, por
carecer de dichas oficinas...” La fachada se haría de “cantería labrada a picón”,
al igual que las fajas que guarnecen las puertas y ventanas y el resto se
enfoscaría con mezcla de cal y arena cernida. Y como novedad junto a la sala
de reuniones se disponddrían “dos cuartos para los papeles”, primer atisbo de
la preocupación por disponer de Archivo Municipal. Aprobado el proyecto, el
alcalde ordinario, Juan Ambrosio Cobo dispuso que se pregonaran las obras del
7 de agosto en Jaén, Valdepeñas, Martos y Alcalá la Real con el fin de encontrar
un contratista ventajoso. El remate y adjudicación de la obra ser haría el
domingo 29 de agosto “...después de alzar el Cuerpo y la Sangre de N. S.
Jesucristo en la iglesia parroquial de esta villa...”. Pero la subasta fue un
rotundo fracaso, ya que no concurrió a ella ningún pastor “por lo prolijo y
costoso de la fábrica y las estrechas condiciones que se proponían”. Hubo que
acudir a nuevos pregones por los pueblos comarcanos. Y en 4 de octubre
aparecieron dos albañiles, Antonio Toribio y Juan de Huertas, vecinos de
Porcuna, que se ofrecían para ejecutar la obra por adjudicación directa. Como
el tema urgía, se aceptó y al día siguiente se nombraba al arquitecto Manuel
López, director y supervisor de las obras. Aceptado el cargo, vino a Los Villares
el 29 de octubre para realizar el replanteo de las obras. A los adjudicatarios
Juan de Huertas y Antonio Toribio se les exigieron las debidas fianzas para
responder de sus obligaciones y por escritura otorgada el 4 de noviembre
hipotecaron sus casas por valor de 24110 y 39586 reales respectivamente. Y
aseguraron tenían gran interés en hacer la obra a la mayor perfección “por
continuar su cŕedito” pues ya habían demostrado su pericia como “maestros de
obras examinados” construyendo el puente sobre el río Salado y deseaban
darse a conocer. El Ayuntamiento por su parte se comprometió a derribar y
sacar los escombros de las ruinas que ocupaban el solar, aceptando el abonar
los 89000 reales que importaba la obra en tres plazos, a la finalización de cada
una de las fases del proyecto, pestando además su auxilio para solventar los
imprevistos que fueran surgiendo. Todo ello se determinó minuciosamente en
la correspondiente escritura de obligación que se firmó por ambas partes el 11
de noviembre. Y a los pocos días se iniciaban las obras. El resultado fue una
Casa-Ayuntamiento sobria y digna, con la amplitud y comodidad precisa para
albergar no sólo las dependencias burocráticas de la administración municipal,
dar acomodo a la sala en la que habían de celebrarse los actos públicos de
gobierno y conservar con las debidas garantías de orden y seguridad el ya
copioso fondo documental generado por el Concejo desde los días de la
fundación del pueblo. El edifico permitía centralizar en su planta baja los
restantes servicios municipales (calabozo, carnecería, puesto del abasto y
escribanía pública), permitiendo además disponer de amplio granero y corral,
dependencias muy necesarias para utilizarlas como almacenes eventuales,liberando así a las arcas municipales del gasto que suponía el mantener
arrendados los locales, reducidos y dispersos, donde hasta entonces se
albergaban estos servicios. Para que su fundamento no alterara el quehacer
del Concejo, en los extremos de la fachada se abrieron puertas gemelas y
simétricas para que tuvieran acceso totalmente independiente. La fachada
quedó dispuesta en cuerpo central de tres plantas, con airosa cubierta a cuatro
aguas. Flanqueándola y con un ligero retranqueo, se añadían a ambos lados
otros cuerpos de dos plantas, con acceso independiente, que eran los
destinados a los servicios municipales antes citados. Todo el conjunto que daba
a eje de la puerta y balcón principal. Los huecos de luces eran amplios y se
resaltaban con una moldura de piedra labrada. En todo imperaba la línea recta
y la disposición simétrica, muy acorde con los criterios academicistas que la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, impartía en aquel tiempo a
sus arquitectos y a la legislación urbanística. Inauguradas las Casas
Capitulares, a principios de 1775, sirvieron de referencia para acometer la
remodelación de otros dos edificios próximos, la Iglesia Parroquial y la Casa del
Vizconde, cuyas líneas externas se trataron de atmperar con las de las Casas
Capitulares, consiguiendo así que los inmuebles más representativos del
pueblo constituyeran un conjunto urbano armónico y equilibrado. Ligeramente
reformadas en la segunda mitad del siglo XIX, en que la alteración más notable
fue la modificación parcial de la cubierta para colocar el campanil del reloj, las
Casas Capitulares llegaron a nuestros días con serias desfiguraciones nacidas
de la imperiosa necesidad de buscar espacio para ubicar los cada vez más
crecientes servicios administrativos del Ayuntamiento. Por eso se hizo preciso
reconstruir el edificio. Las obras realizadas, en las que se ha sabio aunar la
funcionalidad propia con su destino, con la recuperación de las notas más
señeras de su histórico pasado, han permitido la recuperación para el
patrimonio histórico -artístico local del que sin duda es su elemento más
significativo.
Nº12
Curso 98/99
tercer trimestre
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares
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