Desde muy antiguo la proximidad de Los Villares a la capital, las gratas y
benéficas circunstancias ambientales del emplazamiento geográfico y su
carácter abierto y hospitalario atrajeron a muchas gentes que gozaron de lacondición de vecinos circunstanciales y se consideraron villariegos adoptivos,
uniendo el nombre del pueblo al de su propia biografía. Uno de ellos fue el
Excmo. Sr. D. José Acuña y Gómez de la Torre (1889-1941), hombre de fino y
sutil ingenio que vivió a su aire y que tuvo el atrevimiento de ser diputado
independiente en las Cortes de la II República defendiendo un ideario utópico y
lleno de gracejo, consiguiendo tal fama popular que de ahí nace ese refranillo
tan usual en la provincia de Jaén de “...yo ..., ¡independiente como Acuña!”.
Hijo de padre baezano y madre giennense, vino al mundo en Barcelona el 11
de junio de 1889. La suya era una familia aristocrática, emparentada con los
marqueses de Alós y con la señorial Casa de Dou. Cursó con gran brillantez la
carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y desde su juventud
destacó en la vida social madrileña, procesando en 1916 como Caballero de la
Orden de Calatrava. En su trayectoria profesional hizo notables proyectos e
ingeniosos inventos, entre los que sobresalió un prototipo de carro de combate
y una “rueda eléctrica” sustitutiva de los neumáticos. Afincado en Jaén, donde
ejerció como ingeniero de la delegación de Obras Públicas, su irrenunciable
soltería y el desahogo del patrimonio familiar le permitió dar vida a cuantas
empresas le dictaba su ingenio y buen humor. De todas ellas la más curiosa fue
la creación en 1931 de la Unión Mesocrática Universal, un movimiento político
filosófico cuyo principio fundamental decía: “...el hombre civilizado tiene el
perfecto derecho de vivir sin trabajar...” y que se regía por un graciosísimo
“decálogo aforístico de filosofía armonista”. Entre otras cosas propugnaba la
instalación en las ciudades de unos surtidores que facilitarían gratuitamente
una mezcla denominada “Papilla Integral” con la que las gentes estarían
comidas y bebidas, evitando de este modo la preocupación de tener que
trabajar para ganar el diario sustento. Para hacer realidad estos proyectos
utópicos, tuvo la humorada de presentarse de forma reiterada a las elecciones
para Diputados en Cortes, siempre como “independiente” y por supuesto
costeando de su bolsillo su propia campaña electoral, con llamativos carteles y
unos graciosos pasquines en los que con su buen humor característico resumía
su propaganda electoral, basado en su lema “ ...el hombre civilizado tiene el
perfecto derecho de vivir sin trabajar...”, carteles que el pueblo interpretaba
diciendo que con la pose que adoptaba en la fotografía, ofrecía “un puro y tres
duros” a quien lo votara. Como es lógico su candidatura nunca triunfaba. Mas
como su ilusión era ser candidato por Jaén, volvió a presentarse a las
elecciones de febrero de 1936, pero ahora integrado en la coalición de las
derechas. Y entonces fue elegido diputado consiguiendo 133991 votos. Todas
estas excentricidades le convirtieron en un hombre popular. Y muy querido ya
que solía ayudar sin reservas a los necesitados y menesterosos. Su domicilio,
que compartía con su madre y hermanas en una casa señorial de la Calle Mesa,
con frecuencia estaba asediado de pedigüeños que le acechaban para alcanzar
alguna de sus dadivosas limosnas. Durante la Guerra Civil se refugió en Madrid.
Trató de pasar desapercibido ejerciendo en la sección de Ferrocarriles del
Ministerio de Obras Públicas. Pero denunciado por un compañero, fue detenido
por una de aquellas temibles “patrullas de control” que tras tenerle en uno de
los centros de detención incontrolados, decretó que había que “darle el paseo”.
Cuando le llevaban avanzada la madrugada a las tapias de la Casa de Campo
para asesinarle, no perdió su flema y buen humor. Y con su generosidad
característica repartió entre la patrulla sus pertenencias para “que tuvieran un
recuerdo del diputado Acuña”. En el grupo iba un guardia de asalto que era de
Jaén y al reconocerlo se alzó como su protector. Convenció a los milicianos y lo
dejaron libre. Eran las 4 de la mañana, cuando no sin temor y sobresaltosconsiguió refugiarse en la casa de su hermana Carmen, donde llegaron a
reunirse una treintena de refugiados, que pasaron un hambre atroz y un sinfín
de penalidades. Por eso, cuando pudo se evadió a Francia, desde donde pasó a
la España nacionalista. Finalizada la guerra civil, fue injustamente perseguido y
acusado y se trató de inhabilitarlo profesionalmente. Volvió por breve tiempo a
Jaén, pero amargado y lleno de desencanto por su lamentable peripecia
personal, falleció prematuramente en Madrid el 6 de marzo de 1941, cuando
con solo 51 años de edad estaba en plena madurez. D. José Acuña y Gómez de
la Torre estuvo muy vinculado a Los Villares, donde su familia tuvo amplias
propiedades y donde con frecuencia su madre Da Purificación establecía su
residencia temporal. Esta vinculación con el pueblo la utilizó como eficaz
recurso personal en los años de 1928 y 1929 en los que actuó como ingeniero
director de las obras de captación y canalización de las aguas de Río Frío,
puesto en el que hizo gala de una hábil diplomacia, pues algunos días las obras
eran interrumpidas por vecinos descontentos. Cuando en 1931, “Año Primero
de la Era Mesocrática”, fundó la “Unión Mesocrática Universal”, estableció su
sede en Los Villares, en la renombrada “Huerta de San Juan de Dios”. Allí,
autocalificándose de filósofo y profeta, con el seudónimo de “Asumu”, solía
reunir a sus amigos y seguidores en unas opíparas comidas adornadas con
ingeniosas tertulias. En ellas aparecía caracterizado de profeta iluminado, con
el pelo largo y revuelto y profusa barba y bigote. Y entre bromas y jolgorio
imponía a los que ingresaban en su alegre partido la insignia del mismo: un
cubierto (cuchara, tenedor y cuchillo), flanqueado por las letras M. U.
(Mesocracia Universal), emblema que centraba una jovial bandera que en tales
ocasiones hondeaba a la entrada de la Huerta de San Juan de Dios. Estas
reuniones hicieron pasar por Los Villares a numerosas personalidades y
políticos. Muy renombrado sería el banquete que allí ofreció el 18 de noviembre
de 1934 a D. Ramón Fernández Mato, ilustre político republicano que fue
gobernador civil de Jaén y subdirector general de seguridad. Su ligazón afectiva
con el pueblo continuaría después durante largos años en los que la familia
Acuña estuvo estuvo presente en muchos de los acontecimientos de la villa.
Difuminado con el tiempo su recuerdo, el “Diputado Acuña” y Los Villares han
quedado indisolublemente unidos para la historia, en unos papeles
amarillentos de donde nosotros hemos extraído su recuerdo. Un recuerdo que
pone notas de gracia y simpatía en la historia contemporánea de Los Villares.
Nº13
Curso 99/00
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares
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