El reciente acuerdo de cesión por el Ministerio de Defensa al Ayuntamiento de
Los Villares de las dependencias que ocupó el Centro de Comunicaciones de la
Red Territorial de Mando, en las alturas de La Pandera y su posible adecuación
para fines de interés social y recreativo, nos sugiere este breve comentario
sobre una de las utilidades económicas que hace muchos siglos se obtenía de
aquellas incomparables cumbres. Me refiero a los famosísimos y olvidados
“pozos de la nieve”, unas curiosas explotaciones que estuvieron en uso hasta
bien avanzado el s. XIX. Conocidas son las reticencias que el Concejo de Jaén
puso a la colonización de la Sierra Sur, ante el temor de perder el control de
perder el control económico sobre los muchos aprovechamientos que de ella se
obtenían (pastos, leña, caza, etc.). Y precisamente uno de esos
aprovechamientos eran estos “pozos de nieve” objeto de nuestro comentario.
Desde el s. XVI el hielo fue un artículo de lujo muy solicitado por un doble
motivo. De un lado, porque era un remedio que se consideraba imprescindible
para la favorable resolución de muchas enfermedades y accidentes. La
elemental medicina practicada en aquellos años y la reducida farmacopea de
que se disponía creía ver en la aplicación de bolsas de hielo sobre la zona
dolorida o dañada, o en la ingesta de pócimas heladas, una mágica solución.
De otro se consideraba el hielo elemento indispensable para la preparación de
ciertas confituras y bebidas. Como aún no se conocían fórmulas industriales
para fabricar hielo, la única forma de conseguirlo era por medio de estos
“pozos de nieve”. Para ello, en las más altas cumbres de la comarca -y la
Pandera, con sus 1870 metros de altitud era una de ellas- se disponían estos
ingeniosos habitáculos. Consistían en unos pozos de 8 y 10 metros de
profundidad y un diámetro variable que oscilaba entre los 5 a los 15 metros.
Como por la naturaleza rocosa del terreno se hacía inviable el profundizar
excesivamente, alrededor de la boca se elevaba un murete de piedra en seco y
sobre él se disponía una elemental bóveda semiesférica que en su cúspide se
abría con un amplio hueco. Como en la Pandera la nieve es frecuente, cuando
caía una buena nevada subían unas nutridas cuadrillas de jornaleros, llamados
“neveros”. Y a base de palas y esportillas recogían la nieve depositada en
aquellas umbrías y con ella iban llenando los pozos. Las iban depositando por
capas sucesivas, que apisonaban cuidadosamente. Cuando el pzo estaba al
completo, lo tapaban con ramas de aulaga, morisca o bálago, para que actuara
de aislante. Y luego todo el habitáculo lo cubrían de barro, que al secarse
formaba una costra muy consistente. Quedaba así dispuesto un ingeniosotermo que permitía conservar aquel hielo endurecido hasta la llegada del estío.
Cuando se acercaba el verano las cuadrillas de “neveros” volvían a subir a La
Pandera y en jornadas agotadoras abrían los “pozos de nieve”, extraían el hielo
y con recuas de burros o mulos, en unos curiosos serones aislados con tamo y
paja, caminando de noche por trochas y veredas llevaban la nieve a su destino.
Lógicamente una parte se licuaba por el camino, poero como cada mulo solía
llevar entre 20 y 25 arrobas de nieve, el negocio resultaba rentable. Esta
curiosa industria resultaba un auténtico monopolio municipal. El Ayuntamiento
de Jaén tenía el privilegio de su comercio, sacaba todos los años a subasta la
“renta de los pozos de la nieve” y quien tomaba la contrata se ocupaba de
disponer y llenar los pozos y luego del transporte, para lo que se contrataban
muchos peones y arrieros en Los Villares y Valdepeñas. La nieve una vez
llegada a Jaén se almacenaba en unos frescos pozos que existían en las
dependencias bajas de la Casas Capitulares y allí se vendía en reducidas
cantidades y a buen precio. Quienes mayor cantidad adquirían eran las
“botillerías”, establecimientos parecidos a nuestras actuales heladerías, que a
su vez la conservaban en unos pozos propios. Este negocio subsistió hasta los
últimos años del siglo pasado. Y en años abundantes en nieve llegaba a surtir
hasta la provincia de Córdoba. D. Pascual Madoz, en 1847 alaba estos pozos de
la nieve y al referirse a la zona conocida por “Dornillos de La Pandera”, nos
informa que allí, “...fórmanse unos grandes hoyos que se llenan de nieve en
invierno, se cubren de ramaje y de allí se extrae en vrano para abastecer la
capital y muchos pueblos de la provincia, en especial Andújar, que es el que
más consume. La facultad de hacer estos pozos, acopiar y vender la nieve, se
arrienda todos los años por el Ayuntamiento...”. “Conchica”, (Da Concepción
Carvajar y Torres), una heladera Valenciana establecida en la capital en 1865 y
cuyo establecimiento pervivió hasta la tardía fecha de 1923, fue la última en
traer nieve desde las cumbres de La Pandera, cuando ya las modernas fábricas
de hielo hacían inútil aquel duro, penoso y a veces hasta peligroso comercio. Al
fijarse los límites de los términos municipales de Jaén, Valdepeñas y Los
Villares, confluyentes precisamente en aquellas alturas, los antiquísimos
“pozos de la nieve” quedaron repartidos entre las tres localidades. Con todo el
Concejo de Jaén defendió su singular privilegio, consiguiendo la franquicia de
seguir explotando estos pozos, aunque la mayor parte de ellos estuvieran en
término de Valdepeñas o de Los Villares. Todavía, hasta hace pocos años eran
visibles los rastros de tres de estos pozos en término de Los Villares, aunque
suponemos que un paciente trabajo de campo permitiría localizar algunos más.
Modernamente el Ejército se fijó en aquellos andurriales y ocupó el lugar a
comienzos de los años 70 para instalar una Base de Helicópteros y Centro
Táctico. En 1973 comenzó a funcionar el Centro de Transmisiones -Cuatro de la
Red Territorial de Mando, que dependía orgánicamente del Regimiento de
Ingenieros de El Pardo (Madrid). Las instalaciones eran atendidas por un
destacamento de medio centenar de soldados, una docena de oficiales y
suboficiales y un capitán jefe. Lo insólito del emplazamiento y lo sofisticado de
las instalaciones rodeadas de un lógico y severo control para curiosos y
visitantes, disparó la imaginación de las gentes. Muchos bulos y leyendas
corrieron sobre la auténtica realidad de aquella base de comunicaciones. Había
quien decía que desde allí se dominaba la costa africana... y por el pueblo
hasta corrió el rumor de que fue el general y expresidente francés Charles de
Gaulle (1890-1970) quien había sugerido al Ejército Español la conveniencia de
levantar esta base en La Pandera, tras su imprevista estancia en Jaén durante
los días 9 al 13 de junio de 1970. Los planes de modernización de nuestroejército y la nueva doctrina estratégica puesta en práctica recientemente con
la aplicación del PLAN META, cerraron este destacamento del Regimiento de
Transmisiones Estratégicas número 22. Y con buen criterio, una vez
desafectados los edificios del Ministerio de Defensa cedía su uso al
Ayuntamiento de Los Villares por un convenio firmado el 30 de julio de 1998.
Ahora se trabaja para hacer del lugar un complejo de ocio y deporte. Una
fórmula actualizada de aprovechar aquellas agrestes alturas de La Pandera, en
las que tantos villariegos se ganaron duramente el pan, siglos ha, trabajando
sin descanso en los famosos y olvidados “pozos de la nieve”.
Nº13
Curso 99/00
Manuel López Pérez
Cronista Oficial de Los Villares
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