miércoles, 18 de diciembre de 2013

ESTAMPAS CON HISTORIA El perdido Palacio Jaenes de los Vizcondes de Los Villares

Dadas las estrechas vinculaciones que tuvo con nuestro pueblo, queremos ofrecer aquí una evocadora visión de uno de los edificios más notables del patrimonio histórico -artístico de la capital, lamentablemente- artístico de la capital, lamentablemente perdido: el Palacio de los Vizcondes de Los Villares. Aunque la casa solar de la hidalga familia de los Ceballos estuvo -y afortunadamente está- sita en la Carrera de Jesús, junto al convento carmelitano de Las Descalzas, cuando D. Francisco de Zeballos Villegas Sainz y Solórzano (1655-1709) recibe por merced de Felipe V otorgada en 15 de septiembre de 1707 y ratificada en 2 de mayo del año siguiente el Cizcondado de Los Villares, la familia comenzó a habitar un edificio de mayor amplitud y prestacia representativa situado al inicio de la calle Hurtado, inmueble que aun se conoce con el sonoro apelativo de Palacio del Vizconde de Los Villares. El edificio respondía al modelo clásico de la casa tradicional de los hidalgos giennenses que acataron la dinastía borbónica. La fachada se disponía a eje con una monumental protada adintelada trabajada con sillares resaltados. Grandes pilastras toscanas sostienen el entablamiento sobre el que se apea el segundo cuerpo. El dintel decorado con bolsores resalta la clave con una rotunda voluta decorada con hojas de acanto. Coronaba la portada un elegante recuadro moldurado rematado con clásico frontón, en cuyo interior lucía orgulloso rodeado de una barroca placa de hojas carnosas el escudo de la casa, con un solo cuartel donde resaltaba la Cruz de Calatrava sobre fondo ajedrezado. Bojó él, en elegante cartela, la data de la obra: AÑO DE 1700. La portada majestuosa y señorial la considera el profesor Galera modelo e iniciadora de una amplia serie muy común en las calles de la capital. Flanqueaban la portada cuatro hermosas rejas -dos por lado- en la planta baja y a eje de ellas cumplidos balcones dieciochescos en la segunda y tercera planta, algo menores los de ésta última. Junto a esta fachada principal, la correspondiente al edificio anexo destinado al servicio de la casa, con amplia puerta -cochera, mirador acristalado y sobre él una graciosa galería porticada de cuatro vanos. Atrás, dominando los tejados, la señorial torre -mirador tan presente en las casas nobles de Jaén, con su cubierta a cuatro aguas, airosa veleta y ventanales de medio punto. La casa era de las más notables de su tiempo. El catastro del Marqués de la Ensenada -año de 1752- la reseña así: “...Don Gabriel de Zeballos y Villalovos, Vizconde de Los Villares posee lascasas de su morada situada en la Calle Hurtado, parroquia de San Ildefonso, compuesta de vivienda alta y baja, portal, accesoria, bodegas con vasos, patio con fuente de remanente, pajar caballerizas y corral. Tiene de frente cuarenta varas y de fondee trece. Merece ganar de alquiler anual, incluso el beneficio de la accesoria, mil ochocientos reales. Confronta por arriba con otra de Catalina de Quesada, vecina de esta ciudad y por bajo con otra del convento de religiosas de Santa Clara de esta ciudad. Está gravada con un censo de cincuenta reales de principal a favor de la fábrica de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Baeza. Sus réditos anuales importan 150 reales...”. Durante muchos años esta casa-palacio fue un referente esencial para la pequeña nobleza del Reino de Jaén y sus salones y dependencias contemplaron las idas y venidas de muchos villariegos que a la casa acudía para cumplimentar, de grado o por fuerza, a su noble señor. Cuando el Vizcondado de Los Villares fue a parar, por extinción de la línea de varón, a D. Miguel Avis Benegas Careaga y Heredia, Marqués de Torrealta en el año de 1854, el inmueble que llevaba tiempo desafecto a la familia, pues los Cereaga-Zeballos estaban avecindados en Granada, la casa fue a manos de un giennense ilustre, D. León Esteban Molino (1846-1921), ilustre letrado, diputado provincial, senador, decano del Colegio de Abogados, Comisario Regio de Fomento y presidente de la Real Sociedad Económica, quien al consolidar su residencia en la capital tras su matrimonio en 1887, promovió una reforma del Palacio, de cuyas líneas directrices se encargó al ilustre militar y arquitecto D. Rafael Sagrista y Aguirre (1860-1915), que en agosto de 1892 remodeló la fachada dejándola con el aspecto con que llegó a nosotros. Tras la guerra civil el edificio, ya muy deteriorado, pasó a ser la sede del organismo benéfico -asistencial conocido por “Auxilio Social” allí tuvo sus oficinas durante muchos años. En 1955 la Comisión Provincial de Monumentos alertó sobre su progresivo deterioro y la necesidad de rehabilitarlo. Abandonado a partir de 1970 se solicitó su demolición por un promotor inmobiliario, oponiéndose a ello la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico-Artístico en sesión de 28 de enero de 1980 ante las alegaciones efectuadas por el promotor, la citada Comisión acordó a que se realizaran obras de adecuación respetando íntegramente la fachada. No se aceptó esta solución por lo que en 24 de abril de 1985 se remitió todo el expediente a la Dirección General de Bellas Artes con solicitud de su declaración como Monumento Histórico-Artístico y declaración manifiesta a favor de su posible rehabilitación. El litigio continuó durante algún tiempo sin que desgraciadamente se obtuviera resultado positivo. Y el Palacio fue demolido para construir en su lugar un bloque de once viviendas y aparcamientos. El burdo tratamiento, que para cubrir las apariencias, se hizo de la fachada -de la que se perdió el escudo- puso de manifiesto la sensibilidad de los responsables de la obra, de cuyos nombres es mejor olvidarse. Así, con este prosaico final, el histórico Palacio del Vizconde de Los Villares, cuya imagen afortunadamente conservada en algunos documentos gráficos, forma hoy parte de la memoria histórica de nuestro pueblo.


Nº20
Curso 01/02
segundo trimestre
Manuel López Pérez 
Cronista Oficial de Los Villares

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