martes, 17 de diciembre de 2013

ESTAMPAS CON HISTORIA El milagro en la venta de Los Villares

En el número 11 de “La Fuente”, Manuel Palacios Zamora publicaba unas notas muy acertadas sobre el paso de San Juan de la Cruz por Los Villares. Y como el tema es de interés, consideramos oportuno añadir algunas precisiones que complementen lo publicado y arrojen alguna luz sobre este olvidado episodio del que hay escasa confirmación documental. Fr. Juan de la Cruz (1542-1591)dejó muchos recuerdos en la provincia de Jaén. Desde su llegada a nuestra tierra en 1578 hasta su gloriosa muerte en el convento de Úbeda en 1591, San Juan de la Cruz recorrió a fondo la provincia animando en ella la reforma de los Descalzos. Especialmente, desde la primavera de 1585 al verano de 1588 Fr. Juan despliega una impresionante actividad caminera que le lleva continuamente de un sitio a otro. Sobre todo cuando tras el capítulo celebrado en Pastrana en octubre de 1585 se le eligió vicario provincial de Andalucía, por lo que tenía que visitar y atender los negocios de los conventos descalzos de Granada, El Calvario (Villanueva del Arzovispo), la Peñuela (La Carolina), Málaga, Caravaca, Sevilla y Guadalcázar, a parte de los conventos de monjas de la Orden, no menos numerosas y desperdigados. Unas veces andando y otras con el apoyo de un borriquillo, sin más compaña que un padre descalzo que le auxilia como secretario y algún hermano lego, el Santo va de pueblo en pueblo, dejando en todos sitios su recuerdo y su impronta. Escasos son los rastros documentales que han quedado de este incesante ir y venir, por lo que muchas veces las referencias están desfiguradas e incluso inventadas por sus devotos. Pero buena parte de ellas, sin mayor precisión de fechas y circunstancias, han llegado a nosotros gracias a las declaraciones procesales de quienes le acompañaron y trataron en sus viajes. Y en este contexto es donde aparece la referencia al paso de San Juan de la Cruz por Los Villares, pueblo entonces recién fundado. La conocemos por la declaración que en su momento hizo uno de sus habituales acompañantes, el hermano Martín de la Asunción y que se conserva inserta al folio 1047 del manuscrito 12738 de la Biblioteca Nacional, una de las fuentes más notables para el estudio biográfico de Fr. Juan. El suceso -no se sabe la fecha exacta- debió tener lugar en los primeros meses de 1587. San Juan de la Cruz, acompañado por los hermanos Pedro de la Madre de Dios y Martín de la Asunción, venía de Córdoba y posiblemente se dirigiera al nuevo convento carmelitano de Mancha Real. El Santo seguía una ruta extraña y dilatada, que se estuvo usando hasta el último cuarto del siglo XVIII. De ella encontramos cumplida referencia en las informaciones que en 1781 facilitó D. Francisco Tomás de Porcuna y Fuentes, prior de Valdepeñas de Jaén, al geógrafo D. Tomás López. Es un camino que desde Porcuna alcanza el término de Martos y desde aquí siguiendo dos variantes va hacia Valdepeñas -doce cuartos de legua- “...por el Cerro del Viento, que a las dos leguas está el Salado, que nace del dicho Cerro del Viento...” camino apacible porque”... son llamadas, con algunas hoyas, tal cual cortijo, olivares y caserías...”. Prosigue por Valdepeñas, desde donde hay otros doce cuartos de legua hasta Jaén, dejando en medio Los Villares. Viniendo desde Córdoba por esta ruta, siguiendo el comino Bujalance, Cañete, Porcuna, La Higuera, Martes, Valdepeñas, Los Villares, Jaén, Mancha Real, marchaba Fr. Juan de la Cruz con el imprescindible borriquillo y acompañado de dos legos carmelitas, los hermanos Martín de la Asunción y Pedro de la Madre de Dios. Sobre pasado Porcuna, ya en las proximidades del río Salado, el hermano Pedro de la Madre de Dios, por imprudencia propia de la juventud tuvo un grave accidente fracturándose la pierna derecha. Curole Fr. Juan provisionalmente y prosiguieron su larga etapa hasta llegar a la venta o mesón de Los Villares donde se detuvieron. Y al tratar de auxiliar al accidentado para que descabalgara, advirtieron que había sanado prodigiosamente. Mas dejemos que sea el propio hermano Martín de la Asunción quien nos narre el suceso en su declaración testimonial: “...un día -dice- viniendo de Córdoba el Padre Fr. Juan de la Cruz y un hermano que se llamaba Pedro de la Madre de Dios, donado de nuestra Santa Religión que andaba con el Padre Fr.Juan de la Cruz, porque era en aquella ocasión vicario provincial desta provincia, llegando los tres a un río que se llama el Salado, que está debajo de la villa de Porcuna, dio a correr el hermano por un cuesta abajo, y corriendo como iba, se le quebró la pierna derecha y se cayó allí luego como muerto; y riéndome yo de la caída antes de que llegásemos los dos, me dijo el Padre Fr. Juan: * No se ría, que se ha hecho mucho mal nuestro hermano... Y llegando a donde estaba nos apeamos y tenía la pierna como una caña cascada y salidos los huesos aunque no fuera de la carne. Y el Padre Fr. Juan lo curó allí y lo subimos en una de las cabalgaduras y llegando a una venta que está cabe LOS VILLARES, parando allí a comer, le dijo a Fr. Juan de la Cruz, * Aguarde, hermano, lo apearemos desa cabalgadura para que no se lastime... Y respondió el hermano: * Padre, ya vengo bueno, que no me duele nada. Y se apeó sano y bueno como si no hubiera habido tal...” No hay más referencia documental de esta estancia de San Juan de la Cruz en Los Villares y lo enrevesado de la ruta seguida junta a la imprecisión en la secuencia de los pechos nos plantea mas de una duda. Pero lo cierto es que la referencia está ahí y merece ser anotada. Escasamente recogida por los biógrafos del Santo, en la edición que se hizo en Sevilla en 1703 de las “Obras Espirituales de San Juan de la Cruz”, que va precedida de un “compendio de la vida de San Juan de la Cruz”, redactado por el P. Jerónimo de San José, sí se recoge e incluso se ilustra el episodio con un gravado hecho por Matías de Arteaga. Luego lo glosarán otros biógrafos, sobre todo el P. Crisógono de Jesús. Gracias a sus testimonios, Los Villares se incorpora a la sugestiva geografía sanjuanista, para que también nosotros podamos enorgullecernos aplicando a nuestro pueblo aquella estrofa que inmortalizó este frailecico santo, místico y poeta:

 “...Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, e yéndolos mirando, con su sola figura vestidos los dejó de su hermosura...” 


Nº12
Curso 98/99
tercer trimestre
Manuel López Pérez 
Cronista Oficial de Los Villares

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